“AQUEL PAISAJE, SU FLORA”
- jakgessler
- 11 oct 2018
- 3 Min. de lectura
Llegué con mi familia a Gessler una cálida y polvorienta mañana del 18 de setiembre de 1976. Había descubierto con emoción un pueblo pequeño, sencillo, fraternal, con no más de 1000 habitantes, descendientes en su mayoría de piamonteses, dedicados a la agricultura, la ganadería y la lechería.
Como abriendo una ventana me asomo y todo parece una postal que me regala la naturaleza con distintos tonos de verde, un “pago verde”, el paisaje de la infancia de mis hijos.
Las calles gesslerinas, todas de tierra. Los fresnos desplegaban sus sombras generosas sobre sus anchas veredas en los soleados mediodías. En los patios y baldíos, los paraísos perfumaban el aire puro de aquella primavera, vestida de celeste con sus flores.
Dándole una mirada al campo, la zona rural brindaba una nutrida y rica forestación con gran variedad de especies arbóreas.
Los cuadrados de los campos, todos cercados con paraisales robustos, frondosos. Muchos de ellos haciendo de poste al alambrado, brindaban una reparadora sombra a la hacienda que pastoreaba y, al mediodía, buscaban su protección de los fuertes soles del verano… Hermosas praderas mixtas.
No era sencillo divisar las casonas de aquellas chacras. Estaban como escondidas, protegidas con una cortina de plantas puestas inteligentemente por sus dueños como barrera protectora de las tormentas, sobre todo en el lado sur y del pampero, donde siempre hay más árboles como eucaliptos por ejemplo, los cuales brindan sombra y frescura en los ardientes veranos. Enredaderas que cubrían las grandes galerías, glorietas o enramadas de vides; cerca los frutales que nunca faltaban: naranjas, mandarinas, limones, quinotos, nísperos, higueras, tunales, damascos, duraznos y otros.
La riqueza forestal gesslerina estaba formada por numerosas especies que aquellos primeros colonos pusieron con amor a través de los tiempos y dejaron a sus hijos y nietos, esa herencia vocacional para sus generaciones venideras. “Yo con mis propios ojos la he visto..”: eucaliptos, cipreses, plátanos, tipas, ligustros, moras, algarrobos, fresnos, ceibos, acacias, sauces... En las cercanías de la cañada, las sina-sinas, planta predilecta de las chicharras, jacarandaes, timbós, ombúes, robles, palmeras, paraísos, pezuñas de vaca, pinos, alerces, cedros; como los que estaban en la vereda de la escuela primaria No. 304 “Juan Bautista Alberdi” y los que aún están en la plaza. También cabe mencionar al gran olivo, que aún se levanta en la entrada sudoeste del pueblo como un gigante monumento vegetal que ya tiene más de 100 años. Perteneció a la familia de don José Tántera, cuya casona, donde está el olivo, ya no existe.
Recuerdo algunas pasturas nativas que ya no están, como la lengua de vaca, la cebadadilla, trébol rastrero, avena fatua; una hierba medicinal “la carqueja”, el hinojo (que cortábamos para nuestros conejos en las orillas de los caminos). Por donde pasaba el ferrocarril, los tunales formaban una muralla verde azulada y espinosa y el “mburucuyá” o pasionaria se adueñaba de los alambrados regalando su fruto vitamínico y medicinal, como un huevo amarillo oro tirando a naranja que se destacaba luciéndose entre tanto verde.
También recuerdo aquellas huertas y patios con su forestación de frutales: nísperos, membrillos, durazneros, ciruelos y damascos, que cuando maduraban caían al suelo, los dueños los juntaban y se los ofrecían a los vecinos, como lo hacía don Benito Laurenti, mi vecino de enfrente.
Recuerdo también las plantas de quinotos que, cuando estaban maduros, las abuelas hacían dulces llenando frascos con almíbar y el preciado fruto, para sus familias y amigos.
Los manzanares, como los que tenía doña Lucía Botelli de Arolfo, y membrillos y granadas en la huerta de don Brun, donde hoy vive la familia Pietrasanta-Presutti… Quién no tenía una planta de nogal. Recuerdo la de Nisio Bigliani, por ejemplo.
Además, casi todos los habitantes de Gessler contaban (y cuentan) con naranjos, mandarinas y limoneros que, cuando entran en floración sus azahares, no te podes imaginar las fragancias que emanan… un perfume que te eleva el espíritu ¡y enamora!

Comentários